Hay ferias que se visitan y hay otras en las que se entra como en un recuerdo. Así es “Las Makilas de la Brocante”, en Arcangues, un pueblo encantado en el corazón del País Vasco francés, situado alrededor de un marco incomparable con el castillo de Arcangues, la iglesia centenaria y ese cementerio que mira al infinito donde se respira un aire sagrado y que me ha enamorado nada más verlo.
Además este 2025 celebra su 20 edición y no es casualidad que lo haga con el alma intacta y una reputación que crece con cada primavera. Durante dos días, 31 de mayo y 1 de junio, este rincón elegante y sereno a solo pocos minutos de Biarritz se transforma en un santuario del pasado.
Más de 80 expositores, coleccionistas, anticuarios, apasionados de la historia, llegan desde todo el suroeste de Francia con sus tesoros a cuestas y que todas ellas cuentan historias. No hay prisa, sólo el rumor de los pasos suaves de los que estamos presentes, conversaciones en voz baja y esa sensación única de estar sumergida en otro tiempo como si hubieras despertado dentro de una novela francesa del siglo XVIII.
Mientras paseo por los puestos, degustando un buen café, a paso lento, me adentro en un cuento sin final. Allí los expositores no venden objetos, venden almas, vidas pasadas que cuentan historias reales. Lo que se cuenta ni se compra ni se cuenta fácilmente, es esa punzada dulce en el pecho al tocar una silla del siglo XIX y preguntarte cuántas historias habrá presenciado.
Cierro los ojos por un momento y me imagino, en otra vida, bajando las escaleras de un castillo francés del siglo XVIII y me siento, a la vez que me coloco la gran falda de seda brillante en tonos neutros y encajes, para saborear de la comida en esas finas vajillas de porcelana y cubiertos antiguos, pesados, bañados en plata, a la vez que me limpio la boca con las delicadas servilletas de lino y exquisitos bordados beiges y me repaso el carmín mirándome en el voluptuoso espejo dorado de marco curvado+barroco en el que años atrás tantos seres se han reflejado.
En Arcangues, el pasado no se ha ido porque la esencia se queda a vivir cada año, esta feria que no colecciona antigüedades, sino almas. Simplemente, mágico.