Acabo de llegar de un viaje de Casablanca, es una de esas ciudades que crees que no merece la pena visitar pero a medida que la conoces y te adentras a conocer sus gentes y su estilo de vida, realmente te sorprende y cautiva por su carácter cosmopolita, joven y africana.
Ubicada en la parte más occidental de Marruecos mirando al Atlántico, es sin duda el principal centro económico y comercial del país que vive una etapa de gran crecimiento donde el turismo es el protagonista de esta ecuación. Convive con el legado que dejaron los franceses allá por la década de los años 20-30 en su paso por ella pero sin dejar atrás sus tradiciones, cultura y raíces árabes.
Sus polvorientas y estrechas calles coloniales rodeada por su majestuosa y decadente arquitectura de estilo art decó, te atrapa por sus numerosas tiendas de dulces y exquisito bullicio. Su dinamismo lleno de vida, los millones de coches y taxis que circulan a lo largo de las inmensas avenidas, árboles, jardines y plazas señoriales, hacen que la ciudad se convierta en una caótica pero a la vez impactante ciudad. Una siente que el tiempo se ha parado en algún momento de la fórmula ya que las dos culturas que se respiran, franco-magrebí, están obligadas a convivir de forma armoniosa.
El barrio de Habous es uno de las zonas que más me han gustado de la ciudad, caracterizada por sus pequeñas plazoletas rodeados por preciosos+decadentes edificios blancos, salpicada por pequeños zocos que venden artesanía marroquí y artículos de cuero donde una siente el verdadero alma marroquí mientras comienza el regateo tan arraigado por estas tierras y que puedes compartir con los lugareños, ¿por qué no?, de una agradable conversación, cuando los protagonistas de la mítica película Casablanca, motivados por el parloteo se unen al grupo, y degustamos de un digestivo té de menta y empanada de pollo de la tan popular pastelería Patisserie Bennis Habous para conocer mejor sus secretos cotidianos.
Qué mejor que acabar la jornada en el estupendo restaurante La squala un pequeño oasis lleno de vegetación con plantas exóticas y que todavía hoy conserva los cañones del antiguo puesto defensivo, una fortaleza del siglo XVIII que sin duda es una joya arquitectónica enclavada tras las murallas con vistas al Océano Atlántico. No hay mejor lugar que saborear la tradicional comida marroquí que despierta mil sensaciones y conectar con su dinamismo!
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